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Desde México hasta los confines australes de nuestro territorio, el mestizaje ha moldeado a nuestra América con identidad y características propias. En éste día donde en Argentina se conmemora el “Respeto a la Diversidad Cultural”, es bueno reflexionar acerca de lo positivo del entrecruzamiento racial latinoamericano, que nos hace únicos en el concierto universal.
Luego de la colonización de América, el español cruzó su sangre con las mujeres nativas, haciéndolas sus esposas. Gran parte de las principales familias de la colonia tienen entre sus antepasados alguna mujer india. Cualquier genealogista informado puede corroborar la enorme influencia americana en la génesis de las familias troncales de nuestro país, a diferencia de los anglosajones de Norteamérica, quienes tenían la influencia mayoritaria de la religión protestante con otra cosmovisión de la vida, quienes no solamente evitaron el mestizaje, sino que lo condenaron. Es por ello que en Canadá y en los Estados Unidos no se ha dado este fenómeno, propio de Hispanoamérica, la que se ha convertido en la reserva moral y religiosa de occidente.
Los Reyes prohibieron formalmente la esclavitud del indígena en las tierras descubiertas. Es más, la Corona Española con los años, emitió innumerables normas conocidas como “Leyes de Indias”, que promovían la integración del Español con el natural.
La Iglesia Católica hizo mucho por ir cambiando esta mentalidad, suavizando las costumbres y condenando los abusos. Tuvieron a su cargo la tarea de educar a los americanos en la fe de Cristo y para ello desarrollaron una enorme tarea de evangelización en todo el Continente. Además fueron sus protectores: el claro ejemplo fue el dominico Fray Bartolomé de Las Casas. Durante siglos fueron, de alguna manera guardianes e hicieron valer los mandatos de la Corona en cuanto al buen trato que les debían los súbditos de España a los indígenas del nuevo mundo. Las reducciones jesuíticas fueron asimismo un ejemplo de integración, allí se les enseñaban artes y oficios, mientras aprendían la doctrina católica y se los introducían en los preceptos de la cultura occidental.
No existieron matanzas programadas, pero fue real que algunas enfermedades que llegaron con los europeos diezmaron tribus enteras.
Lo cierto es que toda colonización de un pueblo superior en tecnología y armamentos sobre otro, históricamente ha producido derramamientos de sangre, de manera tanto innecesaria como brutal. Además, los encomenderos aprovechándose de la distancia entre las colonias y España, abusaron de su poder. Muchos de ellos fueron luego severamente castigados. No es una excusa, sino un hecho de la realidad, que cada uno debe conocer e interpretar con un criterio propio.
Somos parte de ésta Latinoamérica profunda, en ella encontramos nuestra esencia e identidad como pueblo libre y soberano.
Nuestro país, en esencia mestizo (indígena, africano y español), abrió sus fronteras a la inmigración, para poblar sus extensos territorios. Italianos de todas las regiones se instalaron para dar un impulso extraordinario a la nueva Argentina; españoles por supuesto, de las diferentes comarcas de la península, a lo que debemos agregar la inmigración árabe, tan arraigada en nuestro NOA y que ha contribuido en tanto a nuestra actual cultura, incluso culinaria. Los judíos con su impronta empresarial, asiáticos, europeos irlandeses, galeses, alemanes, croatas, polacos, entre tantos conformaron una sociedad multicultural única.
En lo personal, el 12 de Octubre no me recuerda lo malo del descubrimiento, sino el milagro de la nueva vida que germinó en el mundo: esa maravillosa raza criolla, fuerte, vigorosa, hermosa en las formas de su gente, en su cultura y tradición mariana, bajo el manto de esa bandera blanca y celeste que nos legó un hijo de italiano, padre de nuestra nacionalidad.
José María Posse
Director de Patrimonio Histórico y Cultural
de la Municipalidad de Yerba buena